Comenzamos el día a orillas del lago Paho. Ayer por la noche vimos luciérnagas y un bonito atardecer, aunque luego, cuando fuimos a la cama uno se quedó dormido a los 2 minutos de acostarse, la otra se quedó 1 hora escuchando sonidos sospechosos… juraría que eran los pasos de un serial killer, pero solo eran bichos estrellándose en nuestra mosquitera.
El amanecer fue guay, con los reflejos del sol en el agua del lago y con un rápido desayuno. Tan rápido que consistió en una taza de café para Rober y en un zumo de melocotón y mango para mí. Bueno, zumo son palabras mayores, aquello era agua anaranjada con azucares y saborines bastantes rarunos.
Nos ponemos las pilas temprano: a las 08:30 estamos en la carretera. Nos espera el Missouri profundo y una cita, para Rober, ineludible: la final de la Champions. ¿Conseguiremos encontrar un bareto donde la retrasmitan? Spoiler: nada de spoiler, sigue leyendo pedazo de vago.
Missouri es parte de la zona llamada “las grandes llanuras” y sí, igual que Iowa, cuenta con llanuras, campos, graneros, granjas, laguitos, vacas y vaqueros. Pero tiene algo especial con lo que llevábamos tiempo queriendo cruzarnos… Amish! Siiii por fin los vimos en sus carritos de caballos, con sus barbitas y trajes de otra época. Aunque lo primero que vimos fue una señal avisando de que por aquí hay vehículos lentos (vamos, carros de caballos) con los que hay que compartir la carretera.
Después de esto vinieron los carros de verdad, vimos por lo menos 6 o 7, aunque el primero fue el que recordaremos siempre, no por ser el primero (que también) sino porque cuando nos vio nos empezó a saludar desde lo alto de su carrito. Pasamos también por un supermercado donde habían “aparcado” sus caballos al más puro estilo oeste.
Al parecer esta es la zona donde más población amish hay, digamos la verdadera comunidad amish, hay otros poblados famosos en Lancaster en Pensilvania, cerca de Filadelfia, aunque tenemos entendido que son bastante turísticos.
Ver en primera persona a algún amish era una de las ilusiones que teníamos en este viaje, aunque lo que vino después fue incluso mejor! Inicialmente teníamos pensado llegar hasta Springfield, ya en la ruta 66, pero como la hora del partido se acercaba y Rober se estaba poniendo nerviosito, decidimos parar unas cuantas millas antes, en el desconocido y minúsculo pueblo de Warsaw. Sí, como la ciudad polaca. Aquí entramos, sin tener muchas esperanzas de que retransmitieran el partido, en el único bar del pueblo y surprise! Tras pedirle si por favor podía trastear en su televisión comprobamos que lo echaban en la FOX y que lo tenían! J
Los bares de Estados Unidos son geniales, pero los bares de los pequeños pueblos de Estados Unidos son más que geniales todavía. La barra, en este caso, era en forma de herradura rodeada de taburetes fijos al suelo, en dos de ellos nos sentamos nosotros y en el resto estaban una mujer rubia con una risa contagiosa y unas cuantas cervezas de más, Cindy, que le tomaba el pelo a la rubia (y que tiene un hijo que se parece a Rober), Tommy, un señor de pocas palabras que tenía todas las pintas de haber votado a Trump, un hombre de mediana edad con el pelo gris muy majete, Billy y Mike, una pareja super maja y su amiga con gorro de cowboy (que nos hicieron prometer que cuando nos casemos celebraremos la boda aquí, o como mínimo que la próxima vez que pasemos por su pueblo nos hagamos con una camper y nos vayamos a Yellowstone juntos). Ah, y está David, el camarero que tiene madre estadounidense y padre mexicano (aunque solo sabe decir una cosa en español: cerveza).
Recién atravesamos la puerta nos saludaron como si nos conociesen de toda la vida. Y a los 5 minutos de hablar, después de aclarar conceptos (para Rober el partido de fútbol de hoy es como su superbowl), ya teníamos dos cervezas delante de nosotros, cortesía del marido de Billy.
Seguimos hablando un buen rato, que si somos de España y de Italia, que si el baseball en nuestros países no se ve, que si la final iba a ser guay, que si el fútbol es un deportes de nenitas, que si eso, que cómo cojones habíamos acabado en aquel pueblecito… y al rato el hombre con el pelo gris invitó a todos los presentes a otra cerveza. Pero de una forma peculiar… En vez de sacar una cerveza para cada uno, lo que David repartió fueron unas fichas verdes que hacen las veces de “vales por una cerveza”.
Pero no fue lo único raro que encontró el camarero detrás de la barra, de repente vemos que saca un cubilete con unos dados y todos le dan 50 centavos. ¿Y eso? Es un juego: si de los 5 dados 4 son iguales o uno, el de color rojo, sale uno… cerveza gratis. Tentamos la suerte pero el juego no está de nuestra parte. Billy sí, que tras habernos despedido y darnos dos achuchones de abuela nos regala dos de esas fichas verdes que guardaba en su bolso… otra cerveza! Madre mía!
Salimos de allí con la doceava champions league, 3 cervezas, unos cuantos nuevos amigos improvisados y una lección: no hay otro sitio mejor que el bar del pueblo para aprender cosas de Estados Unidos.
Missouri mola, los road trips molan, este viaje mola y la cenita que está preparando Rober en nuestra caravana guapa, en un camping guapo, a orillas de un lago guapo mola también.
Mañana nos espera un gran día: por fin vamos a pisar la Ruta 66!
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